Tenemos espejos en lugar de ojos

Estamos en un workshop en el Institut Goethe de Ciudad de México; el asunto se centra en la creación de un corto con un celular y yo soy uno de los alumnos. La fecha puede ser hoy o la semana pasada, o incluso hace 10 años, pero en realidad ocurre en la actualidad. No es que nos centremos ni mucho ni poco en la tecnología de hacer películas con teléfonos móviles, ni cosas por el estilo. Nos centramos en el viejo asunto de contar historias y la primera semana transcurre con la rutina de 8 horas diarias desarrollando ideas, escribiendo y discutiendo guiones, puntos de vista y los distintos intereses que nos motivan a contar una historia, y poco a poco, y dolorosamente entendiendo y aceptando que «eso» que queremos contar con tanta obsesión y a lo que tanto nos apegamos no es ni de lejos una historia, sino apenas un sentimiento, un esbozo, un personaje y una situación; un punto de partida, pero rara vez una historia.


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