Desde su primera edición en 1993, el Congreso Internacional de Ontología (CIO) ha tenido como objetivo el establecimiento del estado de la cuestión respecto a las interrogaciones clave de la filosofía fundamental, contempladas a la luz de la reflexión contemporánea. De ahí que en su Comité Científico Internacional Permanente figuren, junto a filósofos, eminentes representantes de la ciencia y el arte contemporáneos. El objetivo de la VI edición del CIO prolonga la reflexión iniciada en el anterior, dando sin embargo un salto hacia la consideración de los problemas en la intersección de la biología y de la lingüística. Pues entre las cuestiones rigurosamente científicas que a nuestra época le ha tocado elucidar se encuentra sin duda la siguiente: ¿hay o no algún rasgo que diferencia a los humanos con tal grado de singularidad que crea entre ellos y los demás seres (minerales o plantas, pero también pájaros o bonobos) una frontera que, por el momento, puede considerarse infranqueable?
Ciertamente, la convicción de la diferenciación
vertical de nuestra especie está muy arraigada, como lo indica la
aceptación a-crítica de la expresión homo-sapiens para referirse a
ella. Misión de nuestra época sería asentar tal convicción en una
base rigurosa, no limitada quizás a la investigación biológica
pero desde luego profundamente anclada en ella. La tarea se ha
revelado difícil. Es cuando menos problemático que la capacidad de
saber encuentre una legitimación biológica a la vez suficientemente
inclusiva (todos los humanos) y forjadora de nítida frontera (nada
más que los humanos).
¿Podría el lenguaje con mayor
legitimidad singularizar jerárquicamente a la especie humana?
¿Habría el conocimiento simplemente usurpado el lugar que de hecho
correspondería a la palabra? ¿Sería en definitiva loquens atributo
más adecuado que sapiens para referirse a nuestra condición? Sin
duda la respuesta depende ante todo de lo que se entienda por
lenguaje.
Planteada en términos de capacidad lingüística y
no en términos de general capacidad gnoseológica la cuestión de la
singularidad humana a la que antes nos referíamos puede ser
sintetizada de la siguiente manera: ¿es o no cierto que cuando un
niño aprende a hablar aplica una gramática que nadie le ha
enseñado? Y de ser así ¿es o no cierto que este don tiene una base
genética?