55 Seducciones y rupturas

Zehar #55

55 Seducciones y rupturas

Las actuales políticas culturales hegemónicas están cada vez más fascinadas y seducidas por modelos de producción basados principalmente en la espectacularización de la producción subjetiva, en la banalización de los discursos y en su consiguiente mercantilización.

En este sentido, la proliferación de museos, centros de cultura contemporánea y acontecimientos artísticos tienen que ver con una visión utilitaria de la cultura, en la que ésta funciona, sobre todo, como elemento de promoción turístico, reforma urbana o propaganda política, más que como herramienta de construcción social. Como dice Catherine David, el afianzamiento, casi mayoritario, de la cultura del espectáculo, en la década de los noventa, supuso el abandono de una política cultural que tuviera que ver con la producción y transmisión de la complejidad social, y con la toma de conciencia crítica de los fallos y faltas de dicha sociedad. Como consecuencia, se produjo una dimisión generalizada de cualquier tipo de compromiso cultural, y de construcción de ciudadanía.

En un momento en el que algunas prácticas artísticas y culturales se empeñan en legitimar sistemas de representación convencional, que impiden la visibilidad de otras formas emergentes, nos preguntamos cómo y hasta donde es posible pensar y actuar de otra manera. Parece que a determinadas prácticas culturales se les imponga un carácter decididamente sacrificial, incluso, en algunos casos, agónico. Pero es en este antagonismo con los consensos del discurso político dominante donde podemos abrir espacios para repensar las relaciones de sujeto, crear nuevas formas y maneras de ser y estar. Es en este conflicto entre asimilación y resistencia en el que tratamos de pensar estructuras de producción social y colectiva que acentúen las perspectivas políticas de la práctica cultural. Como apunta Marius Babias en su texto “a pesar de su marginalización creciente, sobrevive y continúa evolucionando una forma de práctica artística que apunta a nuevas posibilidades de resistencia cultural y a la construcción de redes críticas en las que intelectuales específicos, en el sentido foucaultiano, se unan para formar un auténtico intelectual colectivo que pueda dirigir sus pensamientos, acciones y rupturas de manera independiente”. También Martha Rosler, de la que hemos tomado prestado el título de este número, rebela su interés no sólo por la producción, exposición o difusión del trabajo artístico, sino también por el contexto social y político que lo determinan.

 

Santiago Eraso Beloki


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