Forum 61, Tony Chakar

Ya tenía prácticamente acabado este artículo, cuando uno de mis alumnos me enseñó las notas que había tomado por la mañana en mi clase. La clase trataba sobre la historia de la arquitectura moderna (¿hay una contradicción de términos entre “historia” y “moderna”?), y más concretamente, sobre lo que Walter Benjamin había aportado en relación con el temprano movimiento moderno a través de su concepto del “nuevo barbarismo”. El bloc de notas no era más grande que la palma de la mano y el alumno había escrito sólo una frase en cada página; al parecer, tiene un bloc de notas distinto para cada clase, y así es como siempre ha tomado los apuntes en mi clase. Cada frase escrita en cada página estaba totalmente desconectada de la que le seguía; cosas como “transitoriedad e inestabilidad en lugar de permanencia y arraigamiento”, o “tiempo transparente: días móviles de ocio”, “una humanidad que se demuestra mediante la destrucción” o, incluso, cosas sobre las chispas divinas (Sephirot), escritas cuando yo estaba explicando la influencia de la Cábala en el pensamiento de Benjamin. Cuando vi el bloc de notas, supe que tenía que volver a escribir este artículo. En mis intentos previos, tuve problemas para precisar un tema en la vasta maraña de relaciones establecidas por la categoría “educación”, y ese día se me ocurrió la idea siguiente: la pobreza de experiencia de la que todos sufrimos en el mundo actual también ha hecho mella en la comunicación del conocimiento, y, en lugar de comunicar un sistema de pensamiento – ¿ha sido posible alguna vez? – todo lo que conseguimos comunicar son fragmentos, frases estrella inscritas apresuradamente en pequeños cuadernos, que sólo actúan como evidencias arqueológicas de una civilización perdida.


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