-.).ˆ -conectar-hacer-deshacer (los cuerpos)

Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.
 J. L. Borges

No son del todo nuestros. Por más que ustedes los cuiden, alimenten, maquillen, implementen, acaricien, besen, pornografíen y todo lo demás, los cuerpos son nuestros pero no del todo nuestros. Y ahí la historia se hace política.

Según una sugerente descripción del ser humano de Judith Butler somos «entregados al otro de entrada»1, de forma incluso anterior a la individuación somos predefi nidos por el otro y, como efecto, la «vulnerabilidad social de nuestros cuerpos». Predefi nidos como manera de constatar simbólicamente lo que la sociedad espera de nosotros atendiendo a un cuerpo: un organismo, una imagen, un sexo, una edad, un rostro2, un género, un discurso… Algo que sin embargo implica tanto una castración del ser como un «sostén físico social»3. Para Levinas4 no es ya la antelación del otro sino el encuentro con el otro el que instala simultáneamente una responsabilidad del otro en uno mismo (una construcción en el otro), tal que el sujeto es responsable del otro incluso antes de ser consciente de su propia existencia.


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