¡Abajo el trabajo! Iñaki Urdanibia

Paul Lafargue
El derecho a la pereza
Madrid : Fundamentos, 2004

Olvidado el carácter de maldición divina (“ganarás el pan con el sudor de tu frente”) y hasta el propio origen etimológico del término (tripalium, instrumento de tortura antiguo), esta actividad humana goza de un enorme prestigio, ya se sabe como cantaba aquél que “el trabajo nace con la persona” (o dada la vuelta ya lo había proclamado el viejo Engels, “el papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”). Sin olvidarse de aquel, entre cínico e insultante, Arbeir macht frei que adornaba la puerta del infierno llamado Auschwitz. De su contraria (de la inactividad, del otium, opuesto al nec otium) qué vamos a decir, “no hay nada más atroz que una vida ociosa. Nadie tiene derecho a ello. En la civilización, no hay lugar para los ociosos”, afirmaba sin rubor Henry Ford, y por la misma senda han transitado todos los directores espirituales que en el mundo han sido, son y serán… ya se sabe el ocio, il dolce far niente, no es más que el terreno abonado para la tentación, y de ahí se desemboca sin remedio en tocamientos, y…luego vienen la ceguera, la calvicie y las desviaciones de columna, y…todos los declives.


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