Una catástrofe estética: la arquitectura desde la modernidad

¿Estamos ciegos? ¿Qué les ha ocurrido a nuestros ojos? ¿Es que no vemos que la arquitectura actual, desde que llegó la modernidad, es un vacío? ¿Es que hemos perdido nuestro instinto inherente para embellecer las cosas? ¿Por qué no somos generosos con la gente que anda en nuestras calles, en nuestras plazas, en las afueras de nuestras ciudades y pueblos? ¿Cuál es la razón de que ya no les regalemos el placer de ver edificios que estimulan la fantasía, y que tienen aspectos que sólo se ven bajo una luz específica? ¿Qué hay de malo en el concepto de belleza? ¿Quién tiene derecho a hacer tan austero el espacio público? ¿Por qué tenemos que vivir rodeados de nada? ¿Cuál es la razón de que odiemos tanto a nuestros alumnos de arquitectura, que tengamos que decirles que está prohibido que utilicen adornos, decoraciones y símbolos en sus creaciones? ¿Por qué la gente que encarga la construcción de una casa, todo un barrio, una oficina, una tienda, una fábrica o un hipermercado ya no está segura de sus propios gustos y preferencias artísticas, y sigue ciegamente las ideas que propone el nihilismo a los arquitectos? ¿Por qué quienes hacen los encargos y los patrocinadores no hablan al mundo de su identidad mediante la forma de su adición material y concreta al espacio público? ¿Por qué no desean que esa identidad se exprese en formas arquitectónicamente ricas? ¿Qué ha ocurrido en la historia para que la materialización arquitectónica del espacio público se haya convertido en un campo en el cual se rechaza contar quién eres y qué placer, prestigio o filosofía deseas comunicar a los viandantes? ¿Por qué no nos fiamos del gusto de nuestros conciudadanos? ¿Hay alguna razón para pensar que no pueden contribuir a la reflexión acerca de lo que podría y debería representar un edificio en un espacio público? ¿No es bastante plausible que les gustaría tener, como es natural, una casa cómoda y al alcance de sus bolsillos, pero también un lugar que estimule la imaginación con adornos, colores, pequeñas torres, balcones profusamente decorados, puertas con esculturas, ladrillos que no estén alineados sin más, y que haya tamaños variados en los diferentes niveles y suelos? ¿Por qué hemos declarado a nuestros conciudadanos estéticamente incompetentes en cuanto al entorno en el que viven, trabajan o hacen compras? ¿No es acaso cínico por nuestra parte imponer a los trabajadores de la construcción que sólo hagan un trabajo aburrido, en lugar de ser ejecutantes de un plan estético en el que importa la calidad de su contribución, como los ejecutantes de una orquesta? ¿Por qué no formamos a los alumnos de nuestra escuela para que sean estéticamente competentes, y para que vean las diferencias entre un edificio generosamente decorado y una casa gobernada por las líneas rectas? ¿Qué les dice eso? ¿Cuál sería su deseo? ¿Por qué no estimulamos su valentía estética? ¿Por qué les sugerimos que los sentimientos no deberían mostrarse en el espacio público, y desde luego que no en edificios que les van a sobrevivir? ¿Por qué razón somos tan crueles con nuestros niños, que les quitamos su capacidad de explorar sus propias fantasías?


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