En el vaivén de los cambios
Durante toda mi vida he sentido como si me encontrara en un cruce de caminos, como si cada momento de cada época fuera un momento de inflexión histórico: tanto hace algunos años, cuando me encontraba inmersa en el mundo de la enseñanza del arte, como más tarde, ahora mismo, empapada de la perspectiva de quien enseña cine de animación. Esa sensación de que mi vida profesional se halle siempre en un incesante momento crítico puede que sea un indicio de egocentrismo supremo, pero también está enraizada en lo racional. Tengo 44 años y, desde aquella infancia transcurrida en la calle sin televisión – hasta el momento actual, en el que me resultaría verdaderamente difícil trabajar sin ayudar a la compañía eléctrica Endesa a llenarse los bolsillos–, he visto cómo la tecnología se ha ido transformando en el pan nuestro de cada día, y ha llegado a convertirse en un juego de niños.
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